jueves, 20 de junio de 2019

La Estupidez y el Conocimiento.




Dicen que el conocimiento hace libres a las personas, pues el saber despierta el espíritu de nuestro entendimiento, todo ello permite a ser humano utilizar una de las cualidades que la naturaleza nos ha dado, que es la inteligencia, y con ella poder elegir opciones, caminos y decisiones apoyados en conceptos fundados de la realidad más próxima a nosotros. ¡Pues bien! Con la estupidez esto no funciona, al menos así, mas bien la estupidez produce ideas o actos que generaran problemas de considerables proporciones, algo que veremos en las consecuencias que puedan ocasionar.

Históricamente la estupidez se la ha asociado a la ignorancia, pero eso no es cierto, al menos no del todo. El desconocimiento no es productor de estupidez, solo de acciones erradas por falta de conocimiento. A lo largo de nuestra experiencia hemos podido comprobar que gentes etiquetadas de ignorantes, o simplemente incultas, son capaces de tomar decisiones o solucionar problemas complejos de su vida con auténtico sentido común e inteligencia digna del más docto de los humanos, se conoce este fenómeno como "inteligencia natural". También, entre nuestras vivencias, hemos podido evidenciar la existencia de doctores, licenciados, diplomados, empresarios, etc de cualquier disciplina cuyo comportamiento no ha estado a la altura de su categoría social o académica, mas bien está a la altura de la suela de los zapatos del más torpe de los humanos ignorantes. Se dice por ahí que un título no da sapiencia a quien lo posee.

“Ni la ignorancia es falta de talento, ni la sabiduría es prueba de genio.” Luc de Clapiers; Marqués de Vauvenargnes.

Todo esto quiere decir que el conocimiento, o la ausencia de él, no tiene el peso que se cree suponer en comportamiento de las personas. Cuando un entendimiento real de las cosas está asociado a una inteligencia capaz de influir en el desarrollo de una conducta personal coherente, entonces si tiene cuenta, pues con sus hechos demuestra no ser estúpida. No obstante estamos en situación de poder afirmar que eso ocurre en un número reducido de personas, mientras que son muy numerosas aquellas que sufren bajo esa epidemia que se llama estupidez.

Dice Lucien Jerphagnon en su libro ¿LA ESTUPIDEZ? Veintiocho siglos hablando de ella. “Que la estupidez disminuye con el saber, como la migraña con una aspirina. Que bien administrado el conocimiento en una educación adecuada, el saber evitará la estupidez. Como una vacuna. Sería demasiado bonito.”

Curiosamente el efecto que la educación produce con la estupidez es totalmente incomprensible, todo lo contrario, el conocimiento les vuelve doblemente estúpidos, pedantes y verdaderamente insoportables, el conocimiento les genera efectos verdaderamente perversos. Sigue “Y todavía hay algo peor: peregrinamente engalanada con los conocimientos acumulados, la estupidez puede cobrar mayor lustre y resultar aún más perjudicial.”



Epicteto en sus disertaciones escribe lo siguiente sobre esto mismo como proverbio definitivo de la asociación de saber y estupidez. “Creo que por fin entiendo algo que en otra época fui incapaz de comprender el sentido del proverbio: El insensato no se deja persuadir ni derrotar. Ojalá no me toque como amigo un sabio que sea un insensato. ¡Nada más difícil de manejar!

Estaremos de acuerdo que por cualquier sociedad circulan cantidad de sabios insensatos, a veces muy insensatos que ocupan lugar, no solo en sitios preeminentes y toman decisiones que afectan a la sociedad, también tratan de ocupar nuestras mentes con sus irreflexivos razonamientos faltos de la más simple lógica. 
Esta falta de juicio alocado, necio, desatinado, imprudente, irreflexivo e irrazonable, a veces exagerado en la actual política, está conduciendo a la confusión de la sociedad que sufre este colmo de estupideces. Cuando un político toma una decisión estúpida, que las toman a diario, le siguen a continuación en cascada una serie contínua de decisiones a cada cual más insensata, afectando gravemente a la sociedad.
Si bien, como persona individual se puede controlar mas o menos a un insensato, o un estúpido, como se prefiera, Cuando entran toda esta caterva de incoherentes decisiones, se puede dar por cierto que la sociedad está decididamente abocada a la extinción próxima, como lo está un rebaño de ovejas conducidas a un precipicio cegadas por la propia multitud que no ve más allá de sus propias narices. Solo alguien que levante la cabeza y vea que es lo que hay delante intentará darse la vuelta e ir contra corriente a pesar del peligro de ser engullido por la turba que se está suicidando.

Volviendo al conocimiento y la estupidez. Nos admira ver que hay mucha gente que acumula una gran cantidad de conocimientos, pero que su mente funciona como un almacén de mercancías, todo ello ordenado y clasificado esperando el momento oportuno de ser empleado en el momento oportuno. Es decir, que cualquier estúpido que adolezca de dicha forma de pensamiento, no le da otra utilidad al saber mas que “Yo sé de esto” y lo defenderá como verdad absoluta pues no entendería que un pensamiento puede tener más de un aspecto o visión, la suya es una visión única pues así lo conserva almacenado. Cualquier individuo, con un poco de espíritu crítico y dentro del común de los sentidos, puede conseguir que su mente funcione como una máquina perfectamente engrasada, sincronizada y ajustada a los principios básicos del razonamiento. Cada elemento almacenado juega un papel a veces enlazado jerárquicamente o matricialmente de forma que relaciona toda la información acumulada para obtener una conclusión. De alguna forma cada elemento del saber es una célula activa que ayuda a proceso del pensamiento para generar conclusiones, decisiones y acciones encaminadas a una utilidad personal o social. “El estúpido que tiene mucha memoria está lleno de pensamientos y hechos; pero no sabe sacar conclusiones de ellos, eso es todo.” Luc de Clapiers; Marqués de Vauvenargnes.  
En este sentido Chateaubriand dijo una vez en sus memorias de ultratumba que “La memoria es a menudo un rasgo distintivo de la estupidez; generalmente es propia de los espíritus lerdos, a los que vuelve aún más pesados por los discursos con que los sobrecarga.” Algo realmente verosímil pues es frecuente encontrar autenticas arengas de cualquier tema que van recargadas de información perfectamente inútil a cargo de políticos, empresarios y charlatanes de todo orden en exposiciones vacuas y sin sentido. ¿Quién no ha asistido a un mitin, o una exposición en la cámara de diputados, a cargo de algún distinguido gobernante, que al final de su discurso tenemos la sensación de no haber escuchado ningún mensaje o información relevante? Este tipo de individuos son de esos insensatos que toman por estúpidos a sus oyentes, pues es de hacer valer el hecho de que hay algo en la estupidez que es terrible, y es que puede parecerse a la mas profunda sabiduría a poco que oigamos y no escuchemos.
En los discursos que se relaten cosas de memoria, empiristas, el sujeto siempre manifiesta no conocer la idiotez, es claro, quien va a saber lo que es la estupidez si navega en ella.

Con respecto a la enseñanza, esa educación que comienza en la niñez y no acaba hasta que acaba la vida, para los espíritus inquietos claro, hay que decir que los lerdos nunca aprenden, por mucho que se empeñen, pues está en su carácter idiota el no entender nada de lo que se les instruye, es más si tal ocurre, aprender algo, el estudio lo vuelve más imbécil, zoquete, fantasioso y embobado. Ocurre con mucho docto titulado que sus argumentos en cualquier foro son siempre los mismos, y éstos están basados en el mismo fundamento, tener un título que comienza “El jefe del estado…” y con eso ya tienen suficiente para vagar por la vida. Fijense que digo vagar, no caminar, que eso es otra cosa. Cuando a un lerdo, de los muchos que hay nuestro alrededor, llega a conseguir, no solo un título, sino un puestillo, la asociación de ambas circunstancias le convierten en un auténtico pedante sobre un pedestal, algo complicado de poder controlar.
Ocurre en todos los ámbitos de la sociedad, juristas, soldados, funcionarios, médicos, ingenieros, arquitectos, abogados, una salvedad con los abogados, la mayoría suelen acceder a la política y es tal la supremacía de la que están poseídos que creen que ellos solos pueden arreglar el mundo, lo que es el colmo de la estupidez, pues este mundo no solo está basado en principios leguleyos, de lo que son maestros, pero ellos se afanan en darle la vuelta a las cosas para vanagloria propia, el arte de la oratoria les  proporciona pingües beneficios en todos los ámbitos en los que pueden actuar. Suelen hacer largos preámbulos en sus oratorias o escritos para justificar o elogiar sus estupideces lo cual es el colmo, pues solo ellos entienden esa jerga que es igual de complicada que la de los cirujanos cuando les da por darse pote.
Hoy en internet me ha aparecido una cita, no sé de quien es, posiblemente popular, que dice lo siguiente: “El estúpido, en realidad se dice gilipoyas, no tiene bastante con serlo, necesita demostrarlo.” ¡Genial! ¿No? Y cuanto mas exponga su saber, mas se muestra como es.



martes, 4 de junio de 2019


¿Es cierto que hay tantos estúpidos?



Al menos es lo que han pensado muchos intelectuales, científicos, escritores, pensadores, filósofos o incluso santos. Realmente es difícil cuantificar a que porcentaje, y por lo tanto número, de la población afectada por esta “cualidad” (Vea que lo he puesto entre comillas, tengo mis dudas que sea una cualidad como tal, o una remora colgada del cerebro) A lo largo de la historia la estupidez ha sido reiteradamente denunciada por personas de reconocida solvencia cultural e intelectual, Platón, Aristóteles, Erasmo, San Agustín, etc. Veían como decisiones eran tomadas por gobernantes de todo tipo conducían al desastre a toda una sociedad o un Imperio.

Como dice Carlo M. Cipolla, “La humanidad se encuentra – y sobre esto el acuerdo es unánime- en un estado deplorable. Ahora bien, no se trata de ninguna novedad. Si uno se atreve a mirar hacia atrás, se da cuenta de que siempre ha estado en un estado deplorable”.  Verdadera sabiduría, pues la estupidez ha obrado con rigor durante toda la historia generando no pocos desastres a través de miles de años.

Esto quiere decir que no solo los estúpidos son muchos, han sido muchos durante mucho tiempo, casi todo el tiempo, desde siempre.





“En efecto, la de los imbéciles es una familia muy numerosa”

Simónides, citado en Platón, Protágoras., 346 A.de C.



Aunque el autor trata de explicarnos que, aquellos de los que habla, son muchos, lo hace en metáfora, obviamente la de los estúpidos no es una familia, como tal se la debe entender. La familia es otra cosa, aunque también puede ocurrir que dentro de cualquier grupo familiar haya algún idiota, varios o toda ella esté compuesta por un nutrido grupo familiar de imbéciles. Pero eso es otra historia.

En todo caso la estupidez sería una variable dentro del homo sapiens, o no tan sapiens, así debemos decirlo.

La familia se identifica por la identidad consanguínea de forma descendente, pero se forma desde la atracción mutua en una pareja, que conduce al sexo y como consecuencia del mismo culmina en la reproducción, así se forma una familia. Desde luego está lejos de que la estupidez pueda formar una familia, sea numeroso o muy numeroso el grupo que lo forme. No hay consanguinidad, salvo por el hecho casual aislado de algunos individuos que puedan coincidir en la misma familia, algo no tan inverosímil, pues el contacto genera contagio y la estupidez tiene formas de infección realmente sorprendentes.

Ese grupo al que se refiere el autor es muy heterogéneo está compuesto de   humanos sin que entre ellos existan vínculos afectivos, por lo tanto, no hay unión, ni sexo, excluyendo claro, la reproducción. Es sorprendente que sin reproducción el número de estúpidos crezca día tras día, no estamos seguros cual es el desencadenante, o la forma en que el grupo crece, si es por generación espontánea, por crecimiento exponencial, o por progresión geométrica. El caso es que la población mundial aumenta año tras año de forma alarmante para la inquietud de los pocos que nos damos cuenta que este crecimiento no hace más que llenar el mundo de estúpidos, que siendo importante su número, sin cuantificar ¡eh!, nos hace pensar que la tierra se va al desastre de manera inexorable.

        

                                             



“El número de necios es infinito” Eclesiastés. I, 15



Permítanme la ligereza de afirmar que el Eclesiastés se equivoca en esta apreciación sobre la necedad. Siendo, como es, la estupidez una cualidad humana como otra cualquiera, se entiende que la poseen las personas humanas sin otra apreciación sobre cualquier especie que habite sobre la tierra. Pues bien, si esta cualidad humana la poseen los humanos y los humanos que habitan la tierra es un número finito, siete mil millones, por ejemplo, también será finito el número de estúpidos, incluso me atrevo a decir que puede ser sensiblemente inferior, pero muy poco. Hay quien afirma que toda la humanidad es afecta por la idiotez, puede ser, cualquiera puede cometer una estupidez en uno o varios momentos de su vida, lo que nos daría un valor absoluto del cien por cien. Creo que es aventurado decirlo así, no todos estamos afectados por la sandez de forma clara y permanente como se manifiesta a diario en todos los círculos sociales conocidos.





“Inmensa es la multitud de imbéciles”. San Agustín. Contra los académicos. I 1-2



Apreciación muy acertada, es un concepto mas cercano puesto que nos deja a nuestro criterio la interpretación de la palabra “Inmensa” siempre bajo el criterio de lo limitada que es la población humana.

Tiene San Agustín dos citas más sobre los idiotas que analizaremos a continuación.



“La mayoría de los hombres son idiotas. Eso también es sabido”. Del libre albedrío. I,8,19

“En efecto, los lerdos constituyen la gran masa”.  La dimensión del alma, XII.



Dos anotaciones más cuantificando, a grandes rasgos, lo que puede ser la población de imbéciles y el impacto general que sobre la población puede generar. Cierto es que a veces estamos rodeados de idiotas sin que nos demos cuenta, la sandez navega a nuestro alrededor y no la percibimos por falta de atención, o bien por aquella sensación de no darle importancia a lo que oímos a nuestro alrededor. Si prestáramos la vigilancia adecuada de lo que se manifiesta en nuestro entorno, o en los medios de comunicación hoy en día, nos daremos cuenta que nuestra sociedad sobrevive a pesar del cúmulo de estupideces que se dicen o lo que es peor, que se proponen.