Dicen que el conocimiento hace libres a las
personas, pues el saber despierta el espíritu de nuestro entendimiento, todo ello permite a ser humano utilizar una de las cualidades que la naturaleza nos
ha dado, que es la inteligencia, y con ella poder elegir opciones, caminos y
decisiones apoyados en conceptos fundados de la realidad más próxima a
nosotros. ¡Pues bien! Con la estupidez esto no funciona, al menos así, mas bien la estupidez produce ideas o actos que generaran problemas de considerables proporciones, algo que veremos en las
consecuencias que puedan ocasionar.
Históricamente la estupidez se la ha asociado
a la ignorancia, pero eso no es cierto, al menos no del todo. El desconocimiento no es productor de estupidez, solo de acciones erradas por falta de conocimiento. A lo largo de
nuestra experiencia hemos podido comprobar que gentes etiquetadas de ignorantes,
o simplemente incultas, son capaces de tomar decisiones o solucionar
problemas complejos de su vida con auténtico sentido común e inteligencia digna
del más docto de los humanos, se conoce este fenómeno como "inteligencia natural". También, entre nuestras vivencias, hemos podido evidenciar la existencia de doctores, licenciados, diplomados, empresarios, etc de
cualquier disciplina cuyo comportamiento no ha estado a la altura de su
categoría social o académica, mas bien está a la altura de la suela de los
zapatos del más torpe de los humanos ignorantes. Se dice por ahí que un título
no da sapiencia a quien lo posee.
“Ni la ignorancia es falta de talento, ni
la sabiduría es prueba de genio.” Luc
de Clapiers; Marqués de Vauvenargnes.
Todo esto quiere decir que el conocimiento,
o la ausencia de él, no tiene el peso que se cree suponer en comportamiento de
las personas. Cuando un entendimiento real de las cosas está asociado a una inteligencia capaz de influir en el
desarrollo de una conducta personal coherente, entonces si tiene cuenta, pues con
sus hechos demuestra no ser estúpida. No obstante estamos en situación de poder
afirmar que eso ocurre en un número reducido de personas, mientras que son muy
numerosas aquellas que sufren bajo esa epidemia que se llama estupidez.
Dice Lucien Jerphagnon en su libro ¿LA
ESTUPIDEZ? Veintiocho siglos hablando de ella. “Que la estupidez disminuye
con el saber, como la migraña con una aspirina. Que bien administrado el
conocimiento en una educación adecuada, el saber evitará la estupidez. Como una
vacuna. Sería demasiado bonito.”
Curiosamente el efecto que la educación
produce con la estupidez es totalmente incomprensible, todo lo contrario, el
conocimiento les vuelve doblemente estúpidos, pedantes y verdaderamente
insoportables, el conocimiento les genera efectos verdaderamente perversos.
Sigue “Y todavía hay algo peor: peregrinamente engalanada con los
conocimientos acumulados, la estupidez puede cobrar mayor lustre y resultar aún
más perjudicial.”
Epicteto en sus disertaciones escribe lo
siguiente sobre esto mismo como proverbio definitivo de la asociación de saber
y estupidez. “Creo que por fin entiendo algo que en otra época fui incapaz
de comprender el sentido del proverbio: El insensato no se deja persuadir ni
derrotar. Ojalá no me toque como amigo un sabio que sea un insensato. ¡Nada
más difícil de manejar!
Estaremos de acuerdo que por cualquier
sociedad circulan cantidad de sabios insensatos, a veces muy insensatos
que ocupan lugar, no solo en sitios preeminentes y toman decisiones que afectan
a la sociedad, también tratan de ocupar nuestras mentes con sus irreflexivos
razonamientos faltos de la más simple lógica.
Esta falta de juicio alocado, necio,
desatinado, imprudente, irreflexivo e irrazonable, a veces exagerado en la
actual política, está conduciendo a la confusión de la sociedad que sufre este
colmo de estupideces. Cuando un político toma una decisión estúpida, que las
toman a diario, le siguen a continuación en cascada una serie contínua de
decisiones a cada cual más insensata, afectando gravemente a la sociedad.
Si bien, como
persona individual se puede controlar mas o menos a un insensato, o un
estúpido, como se prefiera, Cuando entran toda esta caterva de incoherentes
decisiones, se puede dar por cierto que la sociedad está decididamente abocada
a la extinción próxima, como lo está un rebaño de ovejas conducidas a un
precipicio cegadas por la propia multitud que no ve más allá de sus propias
narices. Solo alguien que levante la cabeza y vea que es lo que hay delante
intentará darse la vuelta e ir contra corriente a pesar del peligro de ser
engullido por la turba que se está suicidando.
Volviendo al
conocimiento y la estupidez. Nos admira ver que hay mucha gente que acumula una
gran cantidad de conocimientos, pero que su mente funciona como un almacén de
mercancías, todo ello ordenado y clasificado esperando el momento oportuno de
ser empleado en el momento oportuno. Es decir, que cualquier estúpido que
adolezca de dicha forma de pensamiento, no le da otra utilidad al saber mas que
“Yo sé de esto” y lo defenderá como verdad absoluta pues no entendería
que un pensamiento puede tener más de un aspecto o visión, la suya es una
visión única pues así lo conserva almacenado. Cualquier individuo, con un poco
de espíritu crítico y dentro del común de los sentidos, puede conseguir que su
mente funcione como una máquina perfectamente engrasada, sincronizada y
ajustada a los principios básicos del razonamiento. Cada elemento almacenado
juega un papel a veces enlazado jerárquicamente o matricialmente de forma que
relaciona toda la información acumulada para obtener una conclusión. De alguna
forma cada elemento del saber es una célula activa que ayuda a proceso del
pensamiento para generar conclusiones, decisiones y acciones encaminadas a una
utilidad personal o social. “El estúpido que tiene mucha memoria está lleno
de pensamientos y hechos; pero no sabe sacar conclusiones de ellos, eso es
todo.” Luc de Clapiers; Marqués de Vauvenargnes.
En este sentido
Chateaubriand dijo una vez en sus memorias de ultratumba que “La memoria es
a menudo un rasgo distintivo de la estupidez; generalmente es propia de los
espíritus lerdos, a los que vuelve aún más pesados por los discursos con que
los sobrecarga.” Algo realmente verosímil pues es frecuente encontrar
autenticas arengas de cualquier tema que van recargadas de información
perfectamente inútil a cargo de políticos, empresarios y charlatanes de todo
orden en exposiciones vacuas y sin sentido. ¿Quién no ha asistido a un mitin, o
una exposición en la cámara de diputados, a cargo de algún distinguido
gobernante, que al final de su discurso tenemos la sensación de no haber
escuchado ningún mensaje o información relevante? Este tipo de individuos son
de esos insensatos que toman por estúpidos a sus oyentes, pues es de hacer
valer el hecho de que hay algo en la estupidez que es terrible, y es que puede
parecerse a la mas profunda sabiduría a poco que oigamos y no escuchemos.
En los discursos
que se relaten cosas de memoria, empiristas, el sujeto siempre manifiesta no
conocer la idiotez, es claro, quien va a saber lo que es la estupidez si navega
en ella.
Con respecto a
la enseñanza, esa educación que comienza en la niñez y no acaba hasta que acaba
la vida, para los espíritus inquietos claro, hay que decir que los lerdos nunca
aprenden, por mucho que se empeñen, pues está en su carácter idiota el no
entender nada de lo que se les instruye, es más si tal ocurre, aprender algo,
el estudio lo vuelve más imbécil, zoquete, fantasioso y embobado. Ocurre con
mucho docto titulado que sus argumentos en cualquier foro son siempre los
mismos, y éstos están basados en el mismo fundamento, tener un título que
comienza “El jefe del estado…” y con eso ya tienen suficiente para vagar por la
vida. Fijense que digo vagar, no caminar, que eso es otra cosa. Cuando a un
lerdo, de los muchos que hay nuestro alrededor, llega a conseguir, no solo un
título, sino un puestillo, la asociación de ambas circunstancias le convierten
en un auténtico pedante sobre un pedestal, algo complicado de poder controlar.
Ocurre en todos
los ámbitos de la sociedad, juristas, soldados, funcionarios, médicos,
ingenieros, arquitectos, abogados, una salvedad con los abogados, la mayoría
suelen acceder a la política y es tal la supremacía de la que están poseídos
que creen que ellos solos pueden arreglar el mundo, lo que es el colmo de la
estupidez, pues este mundo no solo está basado en principios leguleyos, de lo
que son maestros, pero ellos se afanan en darle la vuelta a las cosas para
vanagloria propia, el arte de la oratoria les
proporciona pingües beneficios en todos los ámbitos en los que pueden
actuar. Suelen hacer largos preámbulos en sus oratorias o escritos para
justificar o elogiar sus estupideces lo cual es el colmo, pues solo ellos
entienden esa jerga que es igual de complicada que la de los cirujanos cuando
les da por darse pote.
Hoy en internet
me ha aparecido una cita, no sé de quien es, posiblemente popular, que dice lo
siguiente: “El estúpido, en realidad se dice gilipoyas, no tiene bastante con
serlo, necesita demostrarlo.” ¡Genial! ¿No? Y cuanto mas exponga su saber, mas se
muestra como es.